Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.
Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.
Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.
Yo siempre pensé, a la vista del poema de Lorca, que Nueva York miraba a sus ríos, rodeada como está de agua por todos lados. Con mi complejo de madrileño que sabe que su ciudad ignora al Manzanares (justificadamente, todo sea dicho), tenía la idea de que las grandes ciudades se vuelcan en su ríos y en sus costas.
La ciudad en la que he estado con el enclave físico más parecido es....¡Cádiz!:
Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba(...) la lengua azul de la playa
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