viernes, 24 de abril de 2009

Hamelín

Ayer me pasó una de esas cosas que justifican vivir en Nueva York. Salí del trabajo, con ganas de darme un largo paseo. Para variar y conocer algo nuevo, me metí por la décima avenida, al lado del río Hudson. Es una zona desestructurada e industrial, y nada acogedora, con esos viaductos elevados bajo los cuales en las películas yanquis se cita el traficante y el bueno y acaban a tiros entre los coches...En la realidad, que yo sepa, y gracias a dios, esas cosas ya no pasan, al menos en Manhattan.

Paseando entre naves industriales y muelles abandonados, de pronto oigo música que sale...de un garaje. Me gusta, me atrapa, y voy hacia allá embobado como en el cuento del flautista. El garaje está abierto de par en par, y dentro se ve a dos músicos, una chica con un chelo sentada en un montón de chatarra repitiendo inmutable una misma base, rítmica y melodiosa, y un chico con una guitarra eléctrica improvisando, distorsionando, haciendo armonías arriesgadas que chocan con la ortodoxia del chelo. Me quedo un rato absorto en la puerta y veo que hay tres personas más dentro, escuchando. Parecen todos gente civilizada y la puerta está abierta...así que entro. Después de un buen rato disfrutando de la música me percato de que al fondo, detrás de la ventanilla de la taquilla del garaje hay una chica que tiene unos vasos y unas botellas de vino. Sirve vino a una pareja. Como llevo un rato oyendo la música, y pienso que debe e ser una especie de negocio improvisado, ya que estoy ahí me acerco y pido un vino. ¿cuanto es? "Es gratis" me dice la chica con una sonrisa, al tiempo que me indica una puerta entreabierta tras la cual se ve...¡una exposición de fotografía! Ocupando todos los espacios de la nave industrial, una inmensa galería de arte con cuatro exposiciones simultáneas, instalaciones, objetos, pintura, fotografía, escultura...

Resulta que ese día era la inauguración de la exposición y yo había caído sin querer en uno de esos espacios "secretos" tan en boga por aquí. Los organizadores lo difunden a los círculos que les interesa por internet y los invitados ya avisados van a tiro hecho. Fuera, nada excepto esa música tan pregnante podría hacer pensar que aquello era nada más que una nave abandonada.

Me paso la tarde dentro, escuchando y mirando maravillado.

2 comentarios:

  1. oooo mr manzattan..que cuento bonito,N.Y.es una ciudad llena de magia,me encanta que vayas descubriendo su encanto!from Madrid la mardita...perry!

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  2. Albertito!! ala... qué bueno, qué suerte que cayeras por ahí en ese momento... un chelo y una guitarra eléctrica, qué grandes paseos, no? Cuando Madrid llegue a ese nivel de improvisación y de "hacerse con la ciudad" ...cómo echo de menos los paseos!!! aquí con la oscuridad prematura lo de andar no está muy bien visto... ey, me encnata leerte!!!!
    Un beso gorrrdoooo!!!Paula

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