miércoles, 18 de marzo de 2009

Aire fresco.

Mi siguiente cita era con un amigo de Laura al que ella le había pedido el favorazo de que me fuese a buscar a una estación de tren, Ronkonkoma, situada a dos horas de Nueva York en Long Island, para darme las llaves de la casita de Laura y de paso acercarme en coche. Este chico, de Sri Lanka, y su novia, estaban puntuales en la estación y pude dormir en un sitio acogedor, donde Laura, que justo esta semana está en España, me había dejado instrucciones, planos y horarios de trenes.

Port Jefferson es un lugar idílico de casitas balloon frame de tablones de madera a la manera de la tradición de los colonos americanos, rodeadas de bosques de robles y al lado del mar.

Aunque el sitio me procuró descanso y un poco de tranquilidad (como mínimo tenía donde caerme muerto aunque fuese a casi tres horas de Manhattan), os preguntaréis por qué no me metí en un hostal directamente y por qué todo el lío con las maletas. Básicamente por dos factores:
el primero, porque gracias a los cambios constantes en la fecha de mi viaje, casi no tuve tiempo desde que supe la fecha definitiva y el vuelo, y prácticamente todo estaba agotado, y los sitios te piden un mínimo de tres días de estancia seguidos, con lo que no podía meterme en ningún lado. Y el otro factor, que no es magro, porque en Nueva York no hay hostales, sino hoteles, en torno a los 100 euros la noche, y hostels, es decir, albergues, donde puedes dormir en habitaciones compartidas, por unos 30. Mi temor era, y se confirmó despues, que las maletas volasen. Y se confirmó efectivamente porque al día siguiente dormí en un hostel y al chico de al lado le mangaron el portátil.

No fue sencillo encontrar, pues, una habitación, pero a eso de las tres de la tarde me metí en un hostel desde el que ahora escribo, regentado (y frecuentado) por chinos con un dominio relativo del inglés, y sucio hasta decir basta. Tenía, pues, ya resuelta la cuestión del alojamiento para los primeros momentos, pero el contador seguía en marcha pues el lunes entro a trabajar y lo del hostal compartiendo habitación con seis personas que cambian cada día sólo es asumible en un primer momento.

1 comentario:

  1. Hay que ver cómo cambia la cosa cuando en vez de ir de turismo te vas a un sitio a vivir, ¿eh? Casi todo lo que cuentas me suena de algún modo. Parece que has encontrado gente amable que te está ayudando, ¡qué bien! Ya sabes, no te cortes a la hora de dejarte ayudar que más adelante tendrás la oportunidad de ayudar a otros. Así funciona la "solidaridad del expatriado". ¡Mucha suerte!

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